Narrativas de género, y de paso

viernes, 9 de julio de 2010

Suerte

…en eso se resumen nuestras cien leguas de vicisitudes. Así cerró su veintena de minutos monologando, comiéndose mi cabeza, usando palabras difíciles, hollar, tiempo solaz, prolegómeno, dialéctica, conmiseración, pero más que gozar con mi ignorancia, más que su crueldad, era que me dejaba.
Me pareció una hijaputez que lo hiciera una hora antes de los cuartos de final de la copa del mundo. Aunque tenía su contracara, podía postdatar la tristeza hasta después del partido, que íbamos a ganar, entonces no habría pena, hasta dentro de unos días. Pensé recriminarle su falta de timing, pero desataría algo trágico, su lengua. Se burlaría de mi pronunciación, luego me achacaría que soy un zángano, y ni siquiera, porque hasta en eso dejás bastante que desear. No sería tan ofensiva, pero sí vendría con algo tipo parásito, y que si no fuese por ella no llegaríamos a fin de mes, y encima pensás en fútbol, qué tenés en el bocho. Quise terciar, no te vayas, ¿podemos hablar después? Después de qué. ¡Después!
Otro detalle nefasto fue que tuviese preparada la valija y el bolso de mano que le regalé. Cuándo lo había hecho, dónde escondiste la valija. Debajo de la cama; no lo hagas peor. Y echó a andar las rueditas del equipaje por la alfombra del pasillo. Cuando llegó a la entrada gritó que se quedaba con la llave de abajo y dejaba las otras en el cenicero. Fría, civilizada.
Enseguida nos clavan una pepa, centro al área, el delantero le gana la posición al defensor y define de cabeza, 1 a 0. A mediados del primer tiempo el equipo hace pié en el campo, genera situaciones de riesgo pero no las concreta, el árbitro da el pitazo.
Usó el timbre. Mientras caminaba hacia la puerta pensé que prefería golpear antes que timbrar, los nudillos eran más nobles. La noté rígida, como si ahogara emociones, demacrada, no por haber llorado, y sus bártulos. Miraba grave, intentaba sondear mis pensamientos, que no estaban ahí, sino en el partido.
Aceptó a regañadientes sentarse en el sillón. Manejábamos la pelota, cambiaban de frente, tocábamos, pero tibio, irresolutos, ominosos. ¿Ominosos? Prestaba más atención a sus arrebatos que a las alternancias del match. No los putees. Como si fueran a escuchar. Me hace mal oírte, callate.
Para los veinte del segundo tiempo todavía seguíamos abajo. Sin duda su regreso había sido piedra, yeta, no había otra explicación lógica. Tuve ganas de pegarle un codazo sin querer, igual que los jugadores, o levantarme y de torpe tirarle una patada al tobillo, pero me contuve. Debía obrar en pos del partido, había que desgüalichar el antro.
Me abalancé sobre ella, se asustó, me preguntó qué hacía, no me pareció decirle que practicaba un exorcismo, la besé, los labios cerrados y las piernas también. Amenazó con gritar, la quise maniatar, forcejeamos, me mordió el cuello, y cuando estaba por rendirme, gol, 2 a 0. Le grité que era un quemo y para qué mierda había vuelto. Actuó su cara de irrespetada y enfiló hacia los bártulos. Estuve tentado en vociferarle que se fuera, pero me pareció redundante.
Me abalancé de nuevo, esta vez la agarré de espalda, esta vez perdíamos por dos goles. Con rapidez inaudita le bajé el cierre y el pantalón, se retorcía, ver la colaless violeta me pervirtió sobremanera, hablame puta, decí algo, quejate. Y mientras boqueaba, quitaba su tanga del camino. Tuve un rapto de conciencia, qué estaba haciendo, pará, pero justo nos ensartaron otro, 3 a 0, paliza, ya no había retorno, tampoco del marcador.
El 4 a 0 final nos encontró cogiendo en la alfombra, pelándome las rodillas, mórbido, culpándola por mufa, salivosos, tildado de puto, y por cada insulto una nalgada, un oportuno pijazo, rencor, quebranto, por el mundial que se fue, la esposa que se quedó.

2 comentarios:

  1. Está bueno, es más o menos lo que me habías contado..
    El final un poco crudo dejáme que te diga.
    Pero esta OK!!
    Congrats!!
    bs

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