Narrativas de género, y de paso

viernes, 7 de septiembre de 2012

After life

Desde que murió mi perro Tongui no escribí una letra al respecto.
Meses atrás me crucé con la vecina en el ascensor, ella y su hija viven en el C, nosotros en el D, su balcón linda con el mío, la medianera es de vidrio esmerilado.
El otro día pensaba…y pausó ahí.
La verdad es que no tenía ganas de dialogar pero ella siempre se había portado, hacía once años que se venía portando conmigo, el vecino fumón que más de una vez le había tocado el timbre para que lo sacara de apuros, desde sal, azúcar y cinta scotch, hasta destornilladores. Desde colgarme de su red inalámbrica hasta lo más osado; trepar la medianera de vidrio de su lado para pasar al mío. Y todo porque olvidaba las llaves, y si bien Tongui era inteligentísimo, la ausencia de pulgares oponibles le impedía abrirme desde adentro cada vez que regresaba colocado a casa.
Qué pensabas, la complací.
Hace mucho que no veo al perro, dijo suelta.
No sonó a pregunta, puse los ojos de manera tal que pareciera yo el interrogador.
Entonces cuando salí a regar las plantas me fijé y vi su sombra a través del vidrio. Sentado.
Hice una media sonrisa, menos por reflejo que adrede, no sé, quise que imitara un gesto habitual, quise matar cualquier atisbo de sorpresa.
Ya no lo sacás tanto ¿no?

Murió, pensé.
Es bueno conocerse en esa hora. Mentí.
No me avergoncé. Sí tuve la usual tristeza, pero sólo porque Tongui estaba muerto.
Traté de creer que mi vecina había visto su sombra espiritual, me emocioné con la posibilidad, pero cuando lo medité en frío me pareció bastante lógico que a través del vidrio esmerilado confundiera una maceta rectangular, de mi lado, con Tongui. Cierto o falso lo consideré otra prueba de su excepcionalidad.
Al poco, volviendo a casa de noche, me crucé con un viejo del barrio que me repitió la pregunta, ¿y el perro, ya no lo pasea… Después de hacer lo que hice me sentí un boludo recibido, pero en ese momento, antes que el viejo terminara grité ¡¡Tongui!! y levanté el brazo como llamándolo, se me escapa, agregué señalando a la inmensa oscuridad detrás de él. Tuve a favor que el pobre andaba muy chicato y era noche cerrada.
Me mandé otras, ninguna tan intrépida como la antedicha, ahora tengo una mentira que no deja lugar a repreguntas, Tongui está en lo de mamá, allá tiene más espacio… y lo dejo flotando. Nunca menciono quintas o campos porque así suenan las mentiras para chicos, papá llevó a la tortuga Sofía al campo, traducido, Sofía se cayó del balcón.
Ya indagué las explicaciones fáciles, negación, mente fabuladora, tardío. Me gusta explicar esto de mitómano con una mentira, lo hago por Tongui. Él no merece un after life con la vecindad hablando de su muerte, recordando su carácter gentil, las gracias que hacía, preguntándome de qué murió. Prefiero suspender el imaginario en la última vez que lo vieron, sin adjetivos.