Narrativas de género, y de paso

domingo, 9 de diciembre de 2012

América

Hasta el momento en que la crucé en el ascensor del edificio creía en las coincidencias, después que me dijo su nombre dejé de hacerlo.
Me llamo Destiny, contestó suave; y que iba al séptimo.
Apreté el botón tratando de disimular mi incredulidad, no tenía tiempo de colgarme en pensamientos acerca de su descomunal belleza, o que parecía que me miraba sugerente. Hablá, le ordené a mi boca.
Nunca te vi, y eso que hace mucho que vivo…Me faltó agregar “acá”, y que no podía llamarse Destiny, y tenía algo que me sugería ficción.
Vivo con mis viejos. Traté de describirla para mí pero su voz no me dejó. Además le estaba ojeando las curvas, y tampoco tuve palabras.
Volví al contador de pisos, cuarto y yendo al quinto, me preocupaban las menguadas dimensiones del ascensor, que oliera mi sudor, o el tufo a cigarrillo que me seguía.
Espero cruzarte de nuevo, que no pasen años. Más que la oración fue la manera en que la pronuncié, grado neutro, sin visos de sátiro.
No les gusta mucho que salga. Capaz que actuaba porque justo ahí me convidó su mirada franca, todo ojos, y yo pensando que en cualquier mom…frenó.
Me apuré en abrir las puertas, como si me eximiera de algo, una estupidez.
Chau, te veo, dijo pasando delante de mí.
Ni bien fue demasiado tarde me acordé que no le había dicho mi piso, tampoco mi nombre, ni nada que la ayudara a encontrarme. Pero había dicho “te veo”, si hubiera usado el “nos vemos” hubiese sido otro cantar, pero el “te veo” claramente significaba vernos con certeza, el saber de un encuentro futuro. ¡Bah! con eso me consolé unos pocos días, después derrapé. Anduve horas deambulando el zaguán del edificio, caminé los pisos del crepúsculo al amanecer, también en ascensor, golpeé las paredes a ver si me oía, y hasta que en un arrebato grité desde el balcón ¡¡¡Destinyyy!!! Sí, un vergonzante melodrama.
Hice algo que no quería, hablé con el encargado Luis, sabía que él tenía información vital pero también conocía su afición por hablar de más, ergo todo lo que me contase sobre Destiny sería reproducido al vecindario, con el agregado de que yo preguntaba por ella. Elegí un acercamiento distinto, en vez de blanquear mis intenciones fui por la tangente.
Che Luis, tengo humedad en el techo del baño, ¿quién vive en el séptimo?
Por supuesto que los padres no habitaban justo arribo mío, lo hacía por descarte, sacando el D quedaban sólo tres, A, B y C. Al final, y luego de fumarme un montón de chismes aleatorios, y combinar una pronta visita del plomero, me traje lo que buscaba, la imagen mental de los viejos. Todo el proceso de evocación con Luis había avivado mis recuerdos. Al padre ya lo tenía, el tipo que usaba gomina y siempre empilchaba pantalón y camisa, medio mofletudo, alto y con anteojos viejos de metal. Era retirado de una empresa estatal, y de haberlo cruzado en el ascensor recordaba que era seco de trato. La que me traía dudas era la madre, tenía dos candidatas, en cualquier caso me parecían mujeres mayores que guardaban la línea, una más cheta que la otra, pero ninguna daba el perfil de madre abnegada, más bien trabajadora de oficina.
A pesar de que lo presentía mi reencuentro con Destiny tuvo sorpresa, un día antes Luis me había confirmado que la tarde siguiente me visitaría el plomero por la humedad inexistente, me tenía sin cuidado, o no lo atendía o daba la cara y lo postergaba para otro momento. Pero cuando sonó el timbre a eso de las cuatro me vi empujado a contestar. Miré por la mirilla, ¡Destiny! me congelé.
En ese momento de inacción, yo de un lado de la puerta y ella del otro, me maldije por mi pinta de croto, ¡ya voy! grité para ganar tiempo mientras me arrastraba por la alfombra hasta el baño. Hice un aseo superficial de cara y cuando estaba por cambiarme la remera volvió a sonar, por qué la insistencia.
Abrí la puerta…el choque entre la imagen retinal y la verdadera casi me estalla los ojos, nada más desesperanzador que el plomero en lugar de Destiny. Cuándo se habían cambiado las figuritas, pensé mientras él hablaba en segundo plano. Escruté el pasillo, ningún rastro. Al inoportuno plomero lo despedí sin más explicaciones que estoy ocupado, disculpe, y cerré. Deseaba que fuese como en los trucos de magia, otra apertura de puerta y ahí estaría Destiny. Así fue, pero se tomó casi media hora de aburrimiento.
Perdón, cuando vi el ascensor parando en el sexto me escapé por la escalera.
Pasá, no te quedes ahí.
Jamás hubiese soñado que al segundo encuentro la tendría sentada en mi sillón, con las piernas cruzadas, y la pollera de jean subiéndose….querés tomar algo.
Aceptó de buena gana una cerveza, yendo hacia la heladera me asaltó un alerta de rareza, de irrealidad, cuántas veces me había pasado que una chica con la que había cruzado pocas palabras se prestaba a un encuentro sin conocerme, recordé alguna pero de seguro era inventada, tuve miedo que se esfumara, me asomé, la vi sentada en el sillón, miraba por el ventanal.
¿Por qué brindamos?
Imaginé que diría alguna cursilería.
Por esta hermosa vista de Buenos Aires, de lejos se la extraña más que de cerca, y alzó la copa. Me sorprendió la dedicatoria, atiné a hacer el choque de copas sin que pareciera muy tosco.
Me senté en mi parte del sillón, a su izquierda, serví otra rueda de cerveza, no me importó mirarla y que se diera cuenta, Destiny seguía abstraída en la panorámica del ventanal. Noté que en la pierna se le hacía piel de gallina. Me incliné para verle el perfil y el costado de sus ojos color trigo. ¿Tenés frío?
Giró y quedamos cara a cara. Miré su labios, quietos, cerrados. Bajé más la vista y encontré mi mano estúpida sobre mi pierna, ni un roce casual.
Tengo que contarte algo.
No pensaba arengarla para que me contase, estaba bien en silencio, Destiny se reacomodó en su lugar, en el movimiento sentí el tacto de su brazo contra el mío.
Me estoy yendo de casa.
¿A dónde?
No sé

Lejos.
Creí que era una trampa, que si algo salía mal o nos pescaban, diría que fue secuestrada. O lo hacía por mi dinero, planeaba dejarme seco y tirado en algún terraplén, o narcotizado. Sin duda llevaba las de perder. Y más porque ni siquiera me había invitado.

Posdata del segundo día de Diciembre de 2015. Vagamos por el sur pero la crudeza invernal nos convenció de irnos. Una noche regresamos de incógnitos a la capital, no podía dejar a mis viejos sin que supiesen mi parte de la verdad.
Me interiorizaron sobre el pedido de captura a nombre de ambos, y que incluso había agentes de Interpol rastreándonos. Papá lo tomó con poesía. Su sangre, la mente que me dio, paria, descastado por amor. Mamá, raro en ella por su incontenible verborragia, no habló. Hubo un abrazo de los tres y después salí en silencio por la puerta de atrás.
Nos afincamos en el norte, más por pueblos que ciudades. En compañía de aridez, animales que eran pellejo, autóctonos y nosotros; el fotógrafo de turistas y la artesana.
También participamos de ritos arcanos al cruzarnos con la pachamama en el disfraz de una anciana que vendía hongos. Unos mordiscos y vi el orbe, vi la medida sideral, vi palabras con relieve, vi mi cara y era de espejos, vi luces y personas, vi un viejo que se parecía al tiempo, y vi a Destiny mirando conmigo.
Hoy somos prófugos en el Paraguay. Estamos en Ciudad del Este donde comercio chucherías importadas; Destiny se las ve de mesera, pero por poco. El invierno que viene nacerá nuestra niña, nuestra América.
Yo acusaré treinta y siete, Destiny habrá cumplido dieciséis.