Narrativas de género, y de paso

domingo, 18 de julio de 2010

Desahogo


Mi amiga encontró a su novio viendo pornografía en la compu. Titular. Luego me enteré que no era porno, sino fotos de vedettes en conchero y plumas. Mucho peor. Una cosa es ser cultor del cine condicionado, el hentai, las webs para adultos y hasta hubiese aceptado que el pobre pajero estuviese unido a una red de citas calientes. Pero hacerse la del mono mirando pics de vedetontas vernáculas, no, se pasó de rosca.
Le preguntó por qué las guardaba, qué hacía con ellas. No sé, me gusta tenerlas, dijo el pibe; y, según ella, se fue a encerrar al baño. No creí ese último detalle, sonó forzado, de culebrón.
Ahí no termina, habló bajito como si alguien nos escuchara. Me metí en su historial de Messenger y encontré unos diálogos asquerosos. Tuve reparos contra la acusación, pero cuando definió “asquerosos”, me pasé de bando. Histeriqueaba on line como si todo escondiese doble sentido. Pero básico, plagado de lugares comunes y palabras reemplazadas por “x“, las preferidas eran pezón y concha.
Ante su acoso, el escurridizo reconoció las charlas pero menoscabó las insinuaciones sexuales. Son boludas, dijo él, no pasa de eso. ¿Qué es eso? Interrumpí yo. ¿Pajearse vía webcam?
Metí púa preguntándole por facebook. No me hables, pareció mi vieja. Todas putas, las pendejas vienen avispadas. No dijo avispadas, usó putas, pero dos veces me pareció un exceso.
Lo que más jode es el ideal de belleza q…Pero quedó en la periferia, fueron quince minutos teorizando sobre moda, cirugías, dieta, farándula, y todo para justificar el onanismo de su pareja y alguna adicción propia.
Remate, planea mudarse del ph que comparte con el tipo pero seguirá la relación. Tuve peores; y fue menos actuado que verdad.

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