Narrativas de género, y de paso

miércoles, 23 de febrero de 2011

Los Libertinos

Salvo excepciones la primera vez es sufrida, trabajosa, y memorable sólo porque es la primera, el resto, tierra inexplorada.
Él la apuntaló en avatares tecnológicos, cámara, conexiones y programas, ella, en la ambientación, la ropa que vestirían, y los aspectos prohibidos, eyacular, comentarlo con otros, meterse cosas, y etcéteras depravados. Allá era medianoche, acá día, bajó las persianas y dejó una difuminada luz, tal cual había ordenado ella, estaba limpio, entalcado, y de seguro la deslumbraría con su calzón nuevo.
Hizo la llamada virtual, timbró, así por minutos. Se preocupó, más bien se alarmó, jamás había llegado tarde en el mundo real, menos aquí. Reintentó cuatro veces, y en la espera imaginaba escenarios, todos indecibles. Llamó una quinta, contestó, pero en vez de su chica en tetas y bombacha translúcida, el espectáculo de su concha a través de la tela lo perdía, apareció un tipo con el torso desnudo mirando a cámara, ajustando el ángulo, la cama, el espejo, el velador, sin duda era su cuarto, quiso habilitar el micrófono sin éxito, cine mudo, pensó al tiempo que el energúmeno se quitaba los pantalones sentado en la cama.
Antes que pudiera trazar su línea de acción, entre llamar a la policía de aquel país o viajar a matarla, entró una mujer a cuadro, alta, flaca, vestido negro arriba de la rodilla, largas crenchas, y no vio sus rasgos porque la imagen era pobre. Lo que sí atestiguó desorbitado, perplejo, fue la determinación con que le bajó el calzoncillo, se hizo de su pito blando y lo metió rítmicamente en la boca. ¿Sería la amiga de su novia? no la conocía, pero según lo que recordaba era remoto que lo fuese, y menos cuando dejó de chuparlo, caminó hacia la cámara, alzó el vestido, y su concha de ángel ocupó la pantalla.
Por más que lo acometió una profusa erección, y se le ocurrió devolver el gesto con su pito en primer plano, cortó, incluso apagó la compu, algo impensado desde que ella había viajado, la necesidad de verse, maldito grillete.
Oyó el contestador de su celular más de cuarenta veces, poco le importaba que lo tildase de insano compulsivo, no después de la sesión porno, quizás no debería haber apagado, pero temió que si fisgoneaba de más aparecería la otra en trío con el energúmeno, no, incapaz de esa infamia, tal vez había sido una sorpresa malinterpretada, la pareja de lamedores exhibicionistas era el preludio, luego ellos, el acto principal, menos creíble que la anterior, dejó de teorizar.
Recién a la noche se dignó a devolver los mil telefonemas perdidos, como suponía dijo que estaba loco por desconfiar de ella, había trabajado dos turnos en el restaurante, y no avisó porque el celular se quedó sin batería, sólo eso. Sobre las imágenes infirió que eran conocidos de su compañera de casa. ¿Y cómo carajo sabían la exacta hora a la que se iban a conectar? se sintió irrefutable cuando regurgitó la pregunta. No sabía, pero reconoció que lo había contado durante una cena de mujeres, rota la ley del secreto. Por lo menos te va a costar una doma con vibrador.
Y aunque con el tiempo, y mucha insistencia, accedió a todas sus fantasías, bajezas que no hubiese representado en vivo, sólo posibles por la mediación de la cámara; siempre abrigó sospechas, no le cerraba lo de aquella vez, demasiados interrogantes en el gris. Por eso, siempre que podía, invitaba a una amiga para que lo mirase desde fuera de cuadro, mientras lo hacía con su chica vía remota. Después le tocaba a ella.