Narrativas de género, y de paso

viernes, 1 de febrero de 2013

Tabú

Alan tenía secretos. El primero fue su colección de revistas pornográficas, el segundo que la mucama de su niñez, Pili, lo espiaba cuando se bañaba, improbable pero cierto.
Al poco se quedó sin el primer secreto porque su madre descubrió las revistas escondidas, hasta hoy cree que fue su máxima vergüenza. Cuando Pili se jubiló dejó a la hija en su lugar. Alan la espiaba por el ojo de la cerradura del baño, estaban a mano.
Después vino Rosa, le gustaba mirar telenovelas mientras planchaba la ropa, tetona, le hablaba sucio a Alan cuando se quedaban solos. Lo máximo fue una vez que lo pajeó, ese secreto nunca rompió su condición. Las veces que Alan, de grande, trató de recordar la secuencia mientras se pajeaba le costó traer los detalles mórbidos, sí recordaba a su madre diciéndole que nunca le había gustado Rosa.
Durante la pubertad fue época de Ilaria, muy reservada, hacendosa, paraguaya, su familia la llamaba por teléfono y ella hablaba en guaraní, parecía que los puteaba. De Ilaria tomó el gusto por el mate con leche, sólo eso, porque de atracción nada.
Lo de Alan era espiar, despuntaba el vicio en su club social, trepaba por una escalera poco segura hasta una entrada lateral del solario de hombres, viejos en pito cociéndose al sol, pasaba por debajo de un tanque de agua y desembocaba en la terraza segura, la mejor vista imaginable del solario de enfrente, mujeres, mujeres en tetas y tanga. A veces lo acompañaba su secuaz, tan memorables fueron esas primeras visiones de desnudez que ninguno de los dos olvidó a la joven de bombacha blanca dándose una ducha al rayo del mediodía, transparentada hasta el hueso.
Dejó de ser un secreto cuando lo confesó al párroco antes de su primera comunión.
Encontró nuevos escondites, lejos del ojo de su madre, para revalidar aquél primer acto de privacidad, su vasta colección de revistas. Las preferidas de Alan eran las que incluían historietas cerdas. Sintió cierto alivio cuando se enteró que la fantasía de la mucama era tan popular como vulgar. Ilaria se volvió a Paraguay después que tuvo al tercer hijo, Alan y su familia la recuerdan porque fue la última, después vino la crisis del país.
Viajaron a España, peor que el desarraigo fue despedirse de la colección de revistas, su secuaz aceptó contento guardárselas hasta la vuelta.
Allá acamparon en el departamento de la tía, su madre tomó un trabajo en una zapatería. Por la tarde, cuando Alan volvía del colegio, la tía le pedía ayuda para lavar la ropa, él se volvía loco pensando que todas las bombachas sucias eran una clara invitación sexual. Y cuando no podía más se pajeaba frenético, acto seguido le venía un sentimiento de repugnancia. Lo bueno es que de esas pajas culposas vino su primer guión.
La historia de un joven que, empujado por la pobreza, aceptaba trabajar de mucamo en la mansión de una viuda. Sin saber que su verdadero trabajo sería el de esclavo sexual, no sólo de la patrona sin de todas sus invitadas, incluyendo a una hijastra muy putona.
Alan se sintió a gusto y erotizado por su escritura, tanto que se olvidó por un tiempo de espiar a la tía mientras se tomaba sus largas duchas. Se contactó con un pibe del barrio que dibujaba bien y le propuso llevar su guión al formato comic. Así nació “El Mucamo Desatado”. Entre biográfico y ficcional, las ilustraciones a color quedaron potentes, sexuales, bien trazadas. Cuando finalmente una revista de género aceptó publicar la historieta tanto Alan como el dibujante firmaron con seudónimos, la plata que se repartieron fue buena, no lo suficiente como para comprar sus verdaderos alias.
Medio por necesidad y medio por calentura vocacional la sociedad de Alan y el dibujante entregó nuevos capítulos, y con cada nueva ponoaventura la fama de estos desconocidos crecía en el ambiente, al punto de no hacerse ricos pero sí salieron del hoyo económico.
Ni su tía ni la madre saben que es un reconocido guionista de la escena off, la tía sabe que Alan la espía pero calla, si fuera una historieta los dos terminarían haciéndolo en la ducha, y si fuera más hardcore se sumaría la madre.
Alan tiene secretos, cuando está por reventar los escribe.