Narrativas de género, y de paso

martes, 31 de agosto de 2010

V

Hay quienes refieren que lo abominable, la malquerencia que se contagió entre los hombres fue de carácter genético. Latente primero, luego se manifestó en millones. Una desviación cromosomática que los envileció.
Otros refutan los enunciados sobre la degeneración del genoma y adscriben a explicaciones históricas. Desde siempre las mujeres fueron sojuzgadas. En tierras afganas y persas las mutilaron, las mataron a pedradas o vieron el pelotón de fusilamiento; y a las supervivientes las confinaron a las celdas de sus hogares, y a lucir el velo santo. En Jordania las violaban, en India eran serviles, y los escuadrones chinos sentían afición por cazarlas embarazadas.
Pero que de esos episodios infieran la masacre que vino, el sistemático exterminio de mujeres con argumentos de coyuntura, de manera espontánea, no, es insuficiente. Hubo una fuerza integradora, un eje del mal que naturalizó este holocausto nuevo. Amén de las revueltas, el intervencionismo y los golpes de estado que padecieron las naciones regidas por mandatarias, y que en las postrimerías del siglo 21 eran mucho más de lo tolerable para esos abyectos en uniforme.
Luego la cruzada se extendió a todas las regiones, a todas las restantes.
En este Sur mío, igual de misógino y retrógrado que el resto de América comenzaron por aislarnos del mundo; nos desconectaron la red y los vínculos satelitales.
Pregonaron edictos. Las adúlteras irían a prisión, también las menores que circulasen sin acompañante varón, también las madres solteras y sus hijas al reformatorio, las prostitutas a una vida de esclavitud y por si acaso, se instauró la pena capital para subversivas y disidentes.
Yo y los que aún respirábamos cordura, por la no manifestación del gen maldito o por motivos inciertos, no opusimos lucha, dejamos que el nuevo orden se apoderase de nuestra existencia.
Sí, nos falló la revolución, pero qué pretendían, que fuésemos mártires, que se extinguiese la inmunidad de la que éramos poseedores y podía ser clave para un suero, no, decidimos guardarnos, llamarnos a cuarteles de invierno para después reagruparnos. Lástima que el mentado reagrupamiento nunca tuvo lugar, ni eso ni la ofensiva que jamás concretamos, tampoco la ayuda a esas activistas que nos rogaron asilo; fueron lapidadas en la plaza donde me hamacaba de chico.
Y fue debido a ese episodio, a la pasividad, al desdén que tuvimos por aquellas que necesitaban de nosotros, que no pude alejarme de ella.
La vi acovachada entre una pila de basura, no por mi aguzada vista, sino por un inoportuno gato que saltó sobre las bolsas y la descubrió. Primero actuó como si  fuese un depravado, me apaleó para disuadir mis intenciones carnales. Recién cuando estuve groggy detuvo la golpiza. Otro, así de magullado, se hubiese ido. Yo me quedé y le pedí conversar.
Me escrutó un rato, mirando la sanguinolencia de mis heridas, absorta en mis ojos. Tal vez dio con los motivos, tal vez fue el atisbo de humanidad en mí, desconozco, lo cierto es que habló. Dijo ser fugitiva por el asesinato de un policía que sí había cometido, y todo por andar sola en horarios nocturnos, vestida sin decoro, portando uno de los nombres prohibidos. Y al fin porque no consintió el castigo, un poco de sexo para liberarse de los pabellones de aniquilación. Es que ella, descontada su pericia para trenzarse en una riña, exudaba femineidad, la síntesis del género, un puñal que dichoso me hubiese clavado, una quimera que se encuentra; tan apoteótica que hasta un frígido agente había sentido el palpitar de la carne.
Y no continuó porque no valía la saliva que gastaba en contarlo.
Le propuse venir conmigo, que mientras tanto podía quedarse bajo mi techo, que algo idearíamos, y me interrumpió. Preguntó si acaso ignoraba que tenía las horas contadas, así de lacónica. Ninguna rebelde, y menos una asesina, había escapado del régimen, nadie por más de tres días. Qué importa, soné esperanzado, aún podemos desterrarnos a la franja de exclusión. El afuera esconde unas grutas como laberintos que podrían guarecernos, vaticiné poblado de nuevas ínfulas. Que de nada valieron.
Se fue.
La corrí tanto como me llevó alcanzarla, a seis cuadras de donde estábamos, en otro callejón, casi a resguardo, salvo por los sicarios que se descolgaron de una cúpula. Todo se reduce a esto, pronuncié mientras nos rodeaban.
Me dedicó un momento de sus ojos en paz, la calma que antecede.
Vengan por nosotros, reté a esos cobardes.
Y de ese pobre verso saqué el primer mazazo de mis puños, de nuestra rebelión.

15 comentarios:

  1. la forma en que son tratadas algunas mujeres, solo por serlo...es brutal!!!
    buen texto!
    kissesss

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  2. v for vendetta! je, me gustó el tono apocaliptico.

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  3. jaja, maldito Bioy, me robó el título!

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  4. me gusta q el relato se convierte en algo casi romantico.

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  5. no es robar. es "plagio anticipado". lo dijo borges. que por cierto era muy amigo de bioy, así que seguro lo estaba cubriendo.

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  6. Este me gustó. Senti q leía un cuento de un libro.

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  7. q lejos q está la ciencia ficción de mí. Pero siempre sigo tus palabras.

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  8. Gracias x el "plagio anticipado", lo adopto!
    efa

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  9. me ha encantado tu blog,nos seguimos leyendo y mientras me quedo por aqui

    Saludos!

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  10. Tuve que mentir por tu culpa.

    Se me llenaron los ojos, mi jefe entró y me dijo "¿que te pasó?"
    "nada, nada, me entró una rebelión en los ojos" "una ¿qué?"
    "nada, no importa ¿qué necesitabas?"

    sí, mentí, porque sí importó lo que me hiciste sentir en este texto.
    gracias por sentí esperanza

    Saludos

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  11. me da verguenza publicar un comentario despues del de Tuky, y me da verguenza que leas mi blog después de que yo haya leido esto.

    Escribis muy lindo, te envidio un poco.

    Y debo confesar que pensé, por unos momentos, que no era ficción y que ibas a hablar de la trata de personas...

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  12. Gracias Marian por los cumplidos je! ya pasé x el tuyo y dejé mi impronta!
    Sobre el cruce ficción-realidad, sip, esa fue una de las ideas.
    Saludos
    efa

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