Eran tiempos convulsos; o quizás no tanto. El trabajo no me aniquilaba, tenía pelo, y la renta de mis dominios era una baratija para la inflación que asediaba. Y aunque desapruebo alardear, andaba diestro en la escritura.
El interrogante, el quid de la cuestión era si la administración pública me entregaría a tiempo el pasaporte para surcar el atlántico y anclar por vez primera en suelo de Europa, tierra de España, Madrid, para visitar a mi hermana. Pero no sólo la burocracia estatal obraba en esta desventura, también había desidia y era toda mía, porque no había iniciado los trámites con antelación, por cualquier imprevisto, y surgió. Era requisito para el bendito pasaporte una copia de la partida de nacimiento, el testimonial papel sobre el que un empleado del Registro de las Personas había procurado en tinta la fecha de mi primer llanto al sentir este mundo nuevo, 19 de Junio de 1974.
Dicha papeleta, según mi madre, anidaba entre mis cachivaches desde que me había mudado. No recordás que te la di en un sobre junto con la libreta de vacunación, aleccionó a mi memoria, que a pesar del indicio jamás recordó el paradero del esquivo documento. Una ayuda, no podía exceder los sesenta y tantos metros cuadrados que perimetraban mi vivienda de dos ambientes.
Lamento aguar tamaña intriga pero sí, la partida finalmente emergió de su escondite a tiempo para iniciar el trámite. Me otorgaron el flamante pasaporte justo antes del viaje.
Hasta aquí la versión oficial. Ahora lo que no dije.
Había puesto el bulín patas para arriba y aún nada; cuando en un respiro, porque andaba exhausto, recordé, tuve la dichosa fracción de lucidez para evocar la nana con que la abuela me arrullaba. Ella decía que era una melodía aborigen y a mí me daba lo mismo, porque en aquellos días nada era más apacible que su canto para rendirme al sueño. Y si bien nunca supe la letra y apenas tarareaba un fragmento, cuando lo hice, cuando entoné mi antigua canción de cuna vi el tramado sensible, no el cosmos, una costura en la dimensión significante, el envés de las cosas…después aparecieron ellos, en su piel y en los huesos.
Eran cuatro, a dos les oí los pasos viniendo del lavadero, charlaban los descarados, el tercero brotó de un cuaderno y el último y más remolón hizo su acto desde un mosaico. ¿Qué carajo son ustedes? los increpé disimulando el viso de terror en mi voz. Porque peor que la materialización de esos seres imposibles fue descubrir que adoptaban formas antojadizas, mutaban, eran de otra materia, y no pude seguir teorizando de la embolia que casi me da al verlos corriendo por la sala, desordenando todo, jugando a la mancha como niños.
Cuando se les cantó acabar conversamos. Primero dijeron ser apariciones, espectros, al rato les pareció cómico reinventarse como duendes de jardín, y como mi incredulidad no claudicaba arremetieron con el concepto de elfos domésticos. ¡Me toman por idiota! les espeté sulfurado, pero sin el menor eco pues andaban jugando a las escondidas por entre el desorden de mi guarida. Todos menos el remolón, de él obtuve cierta información juiciosa. La melodía, mi nana, era un sortilegio de protección que a su vez los invocaba. Pero no recuerdo haberlos visto cuando niño. Éramos tus desagradables ositos de juguete, y pensar que hubieses podido transmigrarnos en cualquier forma de sólo desearlo, que falto de imaginación, me recriminó. O acaso olvidaste a Brian, Adán, Gary y yo, Eliot.
Por un momento me engañó, pero casi. Jamás los hubiese bautizado con esos alias de gringos, refuté. Ah cierto, sonó sobrador, para vos éramos Naricita, Bombón, Manchitas y, hubo un silencio homicida, ¡yo era Gordito! Y eso que la abuela te suplicó que me llamaras Dormilón, pero no, tuviste que salirte con la tuya y todo por un mísero exceso de peso.
Pasado un rato, el que tomó a Brian, Adán y Gary aplacar a Eliot, disuadirlo de la paliza que juraba me propinaría, y un rato más porque era mejor deliberar con la tripa llena, y un adicional pues los cuatro tuvieron que visitar el retrete. Después de todo ese tiradero de tiempo ocurrió el concilio, sentados a la mesa, con las sobras de la merienda.
¿Qué pretenden? los interrogué sin más. No es tanto lo que pretendemos sino lo que vos podés obtener de nos, enfatizó Adán y debo dar que me intrigó su comentario, pero no tanto como verlos convertirse en cuatro reflejos de mí, cuatro exactitudes de este mortal que encarno, tan parecidos, tan idénticos que me desmayé.
Vuelto en mí me horripilé aún más, habían cambiado de nuevo. Seguía siendo yo el objeto a copiar pero no igual a mi versión del presente, sino al que fui, al que no recuerdo haber sido y al que seré.
Adán era mi horrendo calco a los doce, todavía adiposo porque no había pegado el estirón y la frente cruzada de acné. Gary, desde los brazos de Eliot, emulábame al año de vida y si me reconocí fue por los ojos rasgados. El bebé, Gary, se orinó sobre Eliot que, transformado en el eremita que seré pasado los ochenta, lo dejó caer. Brian, a carcajada limpia, era mi espejo pero cincuentón, calvo, barrigón y algo ajado de cara; con él negocié mi ruta a Europa. ¿Buscabas esto? declaró abanicándose distraído con un papel que reconocí al segundo. Estaba en el cajón de las revistas pornográficas, develó la localización sólo para incomodarme. ¡La partida de nacimiento! grité exultante
Finalmente y tal como adelanté al inicio presenté la documentación a tiempo y tuve el ansiado pasaporte con lo justo para migrar. Y viajé, sí, estuve en Europa pero sin disfrute. Tal vez porque me pasé todas las puñeteras vacaciones martirizándome por haber pactado con los engendros. En gratitud por la papeleta debía permitirles habitar conmigo por siempre, así de lapidario. Acepté, a sabiendas que cometía el más funesto de los yerros.
Pasados esos quince días europeos volví, abatido, imaginando el voraz incendio que de seguro habíase llevado la vida de mi hogar. Era eso o un derrumbe. De cualquier manera sería un linyera, otro sin techo comiendo de la basura, un desgraciado por haber creído en los demonios. Terrores infundados, manifestaciones de una mente insana. Porque la verdad fue como dar con la veta del oro sin perseguirla, fue descubrir que el firmamento sí esconde al paraíso, fue abrir la puerta y toparme con cuatro Evas de las que no habitan este orbe, cuatro nereidas, cuatro vampiresas que expresaban lo mucho que me habían extrañado frotándose sugerentes, igual que en mi literatura condicionada. Después de eso fueron cuatro contra uno, y después una tribu de cinco.
Las amo; y para nada me perturba saber que son Naricita, Bombón, Manchitas y Gordito, los muñecos de mi infancia.
Me gustó como complaces dos necesidades a la vez.. el de cumplir la fantasía y el de escribir..
ResponderEliminaraunque si, da un poco de asquito... pero si queres transformarlo en algo humorístico, transforma a los muñequitos en medias :P
un chico que no se deja perturbar por muñecos!! todo un logro señor!!!
ResponderEliminarkisses
Tan diestro en tu escritura que escribis con la zurda :P Buenísimo
ResponderEliminarlos referentes nunca han de perderse....no te quepa duda
ResponderEliminarClaro, animales vivos que conservan nuestros sueños y secretos (nuestros juguetes)
ResponderEliminarun abrazo
el magnetista
Ja... los demonios mutan en bellas damas...
ResponderEliminarYo he conocido bellos caballeros que mutaron en demonios... lo mismo pero al revés y en mi caso, con mucha menos poesía!
besos
Y si bien nunca supe la letra y apenas tarareaba un fragmento, cuando lo hice, cuando entoné mi antigua canción de cuna vi el tramado sensible, no el cosmos, una costura en la dimensión significante, el envés de las cosas…después aparecieron ellos, en su piel y en los huesos.
ResponderEliminarImpecable.
Una forma sugerente de ver las jugadas que nos trae la cabeza.
Nos leemos.
Otra gran experiencia literaria efa. Estaba esperando tu post, Bs
ResponderEliminarcarina
Naricita, Bombón, Manchitas y Gordito!
ResponderEliminarLos amaste tanto de niño y los amas con locura y desenfreno ahora. Como no guardás el niño que todos llevamos dentro, seguís amandolos de manera "adulats"(¿?)
¿o simplemente "juegan a ser grandes"?
Bss
Divertido, poético, misterioso y retorcido. ¡Me encantó efa!
ResponderEliminarCoincido con Tely, uno al crecer desarrolla diferentes maneras de amar, por lo que nuestros juguetes suelen cambiar de naturaleza. ¡Qué mejor amante que aquél que nos conoce desde siempre! (Favor de omitir los tintes edípicos)
Saludos
tus ositos, ninfas, musas, fantasmas, acaban de devorarse mi comentario anterior! Que no es que era demasiado interesante, pero tenía más que ver con el texto que este... lo siento...
ResponderEliminarbesos.
maravilloso
ResponderEliminarExcelentes recursos de manual. La excusa, un viaje a Europa. El problema, la partida de nacimiento. El factor mágico, la canción de cuna. Y el giro inesperado, los demonios.
ResponderEliminarSaludos
a mí lo único que me preocupa un poco (y estoy hablando exclusivamente de mí) es que tener un lugar para volver no sea una excusa para preferir quedarme siempre
ResponderEliminarExcelente!!! Me sorprendes muchísimo, Efa, con una narrativa tan atrapante e inteligente.
ResponderEliminarPensar que los pobres Peluches de tu infancia te recriminaron haberles puestos nombres tan inocentes...las mascotas de mi infancia, se transformarán en los demonios que me reprochen sus "terry", "corbata", o "michifuz"??
Estuve mirando y tengo ubicada mi partida de nacimiento. Espero no tener que negociar nada!
Buenísimo relato, una vez más..
Te mando un besote!
Inquietante relato Efa!
ResponderEliminarNaricita, Bombón, Manchitas y Gordito...
Muy bueno efa, como nos tenes acostumbrados. Ahora me estoy empezando a preocupar porque la verdad que no me acuerdo de los nombres que les puese a mis muñecos de la infancia, y me imagino que las represalias pueden llegar a ser terribles.
ResponderEliminarotro final sorpresivo, otra joyita efa, Bs
ResponderEliminarHay buena madera ahí, me gusta como vas llevando el relato con la misma línea. Saludo
ResponderEliminar¿Cómo decidís cuando extender o abreviar un cuento? hace tiempo tengo esa pregunta
ResponderEliminarSaludos
buenisimo me encanto
ResponderEliminarbesos
MMM DE TODO UN POCO! EFA, TE DEJO UN BESO GRANDE Y SEGUÍ CON TUS RELATOS ASÍ COMO VENÍS!
ResponderEliminarhttp://malatendida.blogspot.com :)
Yo tambien amo mi osito. Te vas a reir pero cuando niña le cosí a mi osito en la entrepierna la cola de un mono que no quería mas. Así que el osito marron tiene una cola de mono negro que le queda divina... Lo tengo, obviamente, en la mesa de luz....
ResponderEliminarSophie
Seguís cosechando buenas críticas, me sumo efa. Con este tambien me reí
ResponderEliminarBss
Excelente descripción de la epifanía con la nana de la abuela.
ResponderEliminarAlguien dijo que la patria es la infancia, suerte que para ese trip no hace falta pasaporte! Y que de vez en cuando evocarla nos conceda fantasía.
Richard, no tengo una respuesta, asumo que es el tempo del relato. Lo que sí comprobé es q los finales se revelan solos, incluso cuando conocés el desenlace de antemano.
ResponderEliminarSaludos
eeeest!!!!!!
ResponderEliminarcontate otro
Qué...bello...que...sería.
ResponderEliminarUfff
Rebeso
Estás cerca de la fábula o me pareció? Una buena novedad efa
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