Salvador mira en cámara lenta el desmadre de la cena
familiar, cree que con un poco más de concentración puede incluso escindirse.
Siente al narrador omnisciente apoderándose de su cuerpo, ve la verdad detrás
de los gritos de sus padres por la comida fría. La madre no quiere saber nada
con que el viejo todavía quiera tener sexo, y menos con ella. Pero no lo
reconocen. Salvador odia saberlo, mejor sería convertirse en observador y
contar solo lo visible.
Su hermana sentada frente a él. Mastica y traga con
voracidad animal, le dice a los padres que están locos y que se callen, después
vuelve al plato. En eso, levanta la vista y encuentra los ojos de su hermano.
¿Qué mirás, boludo?
Salvador ve más allá de lo evidente, su hermana quiere
tocarlo por debajo de la mesa, igual que cuando eran chicos y la madre los
agarraba jugando al doctor. A él le valía una paliza épica, y a ella la
encerraban en el baño de servicio. Cuando la madre se distraía, se colaba en la
celda y seguían jugando.
Salvador ve más allá. Pero eso es mera especulación.
* * *
Otra cena familiar que se va al tacho; el viejo y la vieja
son dos infelices consumados, deberían divorciarse y ya. Por qué tanto griterío
por la comida, para mí está bien. ¡¡Cállense, locos!!
Mi hermano tiene expresión de ido, verlo así me lo baja
veinte escalones. Y para colmo ahora me está ojeando.
¿Qué mirás, boludo?
No me contesta, al menos volvió del trance.
No sé qué es peor, que esté hecho un zombi, o que me ponga
esa cara.
Conozco esa jeta, Salvador. Antes que adivinar tus
porquerías prefiero imaginar las mías; depravado.
Digno retrato de las familias de apariencias, del todo bien fuera de casa.
ResponderEliminarMuy bueno.
Saludos
Fantástico...me ha gustado mucho, y esa implicación tan explícita del narrador omnisciente...¡qué bien escribes!
ResponderEliminarSaludos.
¡Ah! la foto me ha recordado a cuando yo era pequeña, que venía mi primo de visita y nos metíamos debajo de una cama y él me decía: ¿quieres ver un experimento?.. el experimento era que con su manipulación se ponía muy evidente lo de su género masculino...¡y sólo tenía cuatro añitos..jaja.
ResponderEliminarEs genial! cuanta tela hay en las historias familiares.
ResponderEliminarUn beso efa!
En familia no se hace, ¿se nace?
ResponderEliminarAlgunas cosas son mejores cuando se terminan, no hay dudas.
Saludos
J.
El diálogo de las percepciones es tan imperfecto como el de las palabras. Hermanos Insomnium, tal vez los padres estén hartos de no poder hacerlo por tener que vigilarlos en las noches.
ResponderEliminarDe los que me gustan!
ResponderEliminarBesos genio!
Realista relato que llega.
ResponderEliminarSaludos.
Si tuviera la capacidad suficiente, me gustaría colarme en tu historia y escribir las subjetivas de la madre y el padre también... pero no me da, jaj
ResponderEliminarPor otro lado, odio que me hayas hecho acordar de las albondigas con tuco y papas que sobraban los domingos al mediodía... pero te perdono.
Saludos de Tecontaretodo.
Si fuera analista me haría un festín con esta familia pero como no lo soy simplemente disfruto de la narración. Saludos! M.
ResponderEliminarLo he visto como si fuera un cortometraje. Me encanta la historia.
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